El balcón de los cien ojos por Luis Parreño Gutiérrez


EL BALCÓN DE LOS CIEN OJOS


En situación: Dos de la mañana, silencio absoluto en las calles. Un hombre camina tambaleante cruzando un paso de peatones. De repente se detiene, mira hacia el frente y…

-¡Señoraa! sí, la de las enaguas blancas. La de la derecha, la que tiene un palo en la mano.

-No es un palo, es una sombrilla cerrada –le responde una voz de mujer.

-Bueno, lo que sea. ¿Se puede saber qué hace a estas horas en el balcón, con sombrero y esas ridículas enaguas?

-¿A usted qué le parece?

-Ni que fuera gallega la señora –dice nuestro hombre por lo bajini.

-¿Decía algo, buen hombre?

-No, nada, que digo yo que si tienen por casualidad algo bebestible para este pobre sediento…

-No creo que le haga falta sino una buena ducha. Váyase a casa que seguro le espera alguien preocupado por su ausencia.

-¡Y a usted qué le importa, doña curiosa!

Al alboroto, un nuevo vecino se suma a la conversación:

-¿Saben ustedes qué hora es?

-Otro, que no tiene reloj y viene a preguntar -dice nuestro hombre.

-Como no se callen llamo al 091, coño, que algunos tenemos que dormir para ir a producir…

-A producir qué…-una risita falsa se le escapa a nuestro amigo.

-Encima recochineo. Como baje verá cómo me las gasto.

-Déjelo, Don Ambrosio, no ve usted que va algo perjudicado –se oye decir a la mujer.

-Anda la osa, lo que me faltaba, que ahora la doña se me ponga de parte del julay y llamen al 091.

-Eso voy a hacer ahora mismo. Y diciendo esto, el vecino se introduce en su vivienda.

-Yo que usted me iría rápidamente. Don Ambrosio tiene malas pulgas y seguro que lo hace -dice la señora.

-Vale, pero dígame entonces qué hacen ustedes ahí sentados con esas pintas. Si parecen un cuadro…

-Ya viene de camino –dice Ambrosio saliendo de nuevo al balcón.

-Es que es un cuadro. Un cuadro de Manet que han pintado unos mozos muy amables –dice la señora.

-¡Vamos, anda! No me tome el pelo, que los estoy viendo a los tres perfectamente emperifollados y a mí no me la pegan.

-Ahí viene la policía, sinvergüenza. Ahora se le van a acabar los humos. ¡Escandaloso! –vocifera Don Ambrosio.


Llega el coche de policía y bajan dos agentes. Uno de ellos pregunta:


-Bueno, ¿qué pasa aquí?

-Nada –dice D. Ambrosio –este señor que está vociferando y no nos deja dormir.

-Chitón -dice nuestro amigo- que yo estaba hablando con esa señora tan maja de las enaguas y salió ese julay a intervenir en la conversación faltándonos al respeto a los dos.

-Bueno, bueno. Enséñeme su documentación, por favor.

-No tengo carnet, que he perdido la cartera y tengo que ir a denunciar.

-Entonces, acompáñenos a comisaría.

-¡Y un cuerno! No sabe usted con quién está hablando ahora mismo.

-Míralo, que salao -dice el guardia-. Venga, suba al coche que le llevamos a dormir gratis en un hotelito que tenemos en comisaría.


Lo suben al coche y arrancan.


-Y usted, doña Julita, -dice D. Ambrosio- deje de provocar a los viandantes, que es la quinta noche que tienen que venir a llevarse a alguien que cree que le habla la dama del cuadro.

-¡Qué le voy a hacer si padezco de insomnio! Y encima, cuando me asomo, coincido perfectamente con la figura del cuadro…


Luispa