El sobreseimiento libre por Pilar Torres Serrano
EL SOBRESEIMIENTO LIBRE
Texto: Pilar Torres
Serrano -Amigos escritores y lectores-
Cuando
me encontraba leyendo un libro sobre las emociones y su relación con la comida,
en el cafetín “El sombrero”, entre las personas que estaban allí reconocí al dueño
del local y al arrendatario. De repente, entró en el lugar un hombre que
portaba una maleta metálica. Se acercó al arrendatario y le dijo que era de la
policía científica. Era evidente que, por el comportamiento, el policía no dudó
quienes del local le estaban esperando.
En
todo este proceso y secuencia me encontraba yo, observando lo que estaba
aconteciendo, cuando el policía, mirándome, le dijo al arrendatario «no
señalarás a Pilar», hecho que sólo comprendo desde la casualidad, y el chico se dirigió a donde yo estaba y le mostró unos grandes ventanales
diciendo que habían intentado entrar por ahí.
La
presencia de la policía científica me hizo dar un respingo en la silla. Cuando
trabajaba, eran mis más estrechos colaboradores y el trato con ellos siempre
fue exquisito y muy profesional. Pero desde que tuve mi primer brote psicótico
la forma en cómo actúa el sistema en España, cuando a una persona como a mí nos
da un brote psicótico, llamando a la policía con fines disuasorios que yo nunca
entendí ni entenderé, me hizo tener un pensamiento negativo: a ver si ahora
me voy a descompensar por estar aquí la policía, cuando estoy tan bien… y
me entraron un poco de miedo y rabia al mismo tiempo. Afortunadamente, ese
pensamiento fue sustituido por otro más realista: la policía está aquí para
colaborar con la ciudadanía y ha venido a hacer una diligencias de
investigación con el fin de saber si ha habido un robo y si así fue , a
perseguir a los culpables, y, entonces, me tranquilicé y seguí con mi
lectura, observando cómo el policía sacaba del -conocido para mi- maletín de
aluminio el instrumental para sacar huellas dactilares, unos polvos con una
brocha.
Al
cabo de quince minutos aproximadamente, el policía llamó al arrendatario y
dijo: «Solo he encontrado una mano de un niño pequeño y dedos de niños, también
muy pequeños».
A
continuación, el denunciante preguntó: «¿Y ahora qué hacemos?».
El
policía, en voz alta, se dijo para sí: ahora sí que necesito una ayuda.
Yo,
al oír esta frase del policía, por eso del sentido de la vida y con el deseo de
hacer algo de provecho ese día, sintiéndome parte de un todo que es la sociedad
donde me encuentro inmersa, dije en voz alta con ánimo colaborativo: «Es un
sobreseimiento libre», pues no había delito, al tratarse de menores, y porque,
si hubieran sido mayores, todavía no estaban identificados y, en este segundo
supuesto, estaríamos ante un sobreseimiento provisional si, hechas las
pesquisas, no se encontrara a los culpables.
El
policía le explicó al denunciante que, junto a la denuncia, se adjuntaría la
inspección ocular que acababa de hacer y después se remitiría al juzgado. Sería
el juzgado el que acordará el sobreseimiento libre. Las labores de la policía
ya habían terminado.
En este caso no había duda, eran menores, y,
por tanto, inimputables. Penalmente no había nada, además tampoco se veían
daños en los ventanales.
Mientras
el policía recogía el material y se disponía a marchar, se retiraron a otra
zona del local el dueño y el arrendatario y este dijo algo así como: «Bah, si
solo hubieran pagado 200 o 300 euros». Era evidente que se estaba refiriendo al
seguro.
Después
de ese comentario el dueño expresó en voz alta y para él: «Con lo que gana y
todavía quiere ganar más».
A mí,
que escuche perfectamente el comentario, me entraron por todo el cuerpo una ira
y un enojo que me hicieron reaccionar y le dije al dueño que le subiera la
renta y este le dijo: «De quinientos a mil» y el arrendatario dijo que estaba
de acuerdo.
La
ira es una emoción negativa en la mayoría de los casos, muy destructiva, pero
en otros casos resulta adaptativa ante una situación que consideras injusta,
como yo lo consideré en esa ocasión.
Después
de aquello, permanecí en el local media hora más afanada con la lectura y con
mi té con leche sin lactosa y luego caminé para casa.