Flores Literarias por Mª Evelia San Juan Aguado
CLAVELES
Adornaron durante mis años
infantiles los balcones de la casa de mis padres, en la calle de la Rúa. Varias
macetas de barro rojo, regadas con mimo en las cálidas noches del verano,
emitían abundantes sus largos tallos de un verde grisáceo, rematados en
fragantes flores rojas y rosadas. Mi madre los sujetaba con cintas a los
barrotes. Me gustaba observar el crecimiento de los capullos: al principio eran como huevecillos, medio ocultos entre
las hojas estrechas y agudas; luego iban saliendo y engordaban hasta estallar
en un centenar de pétalos dentados, de un rojo vivo, que se abrían apelotonados
y exhalaban un aroma inolvidable. Los de color rosado tenían un perfume algo
más suave.
Dicen los botánicos que el
nombre científico de esta planta es caryophyllus L. −ciertamente
arduo de pronunciar− y que pertenece a la familia de las cariofiláceas. Es, según
variedades, planta herbácea perenne, bianual o anual. Dentro del género
Dianthus se incluyen muchas especies y variedades, cuyas flores pueden ser
prácticamente de cualquier color, incluídos los jaspeados. Su tallo es
herbáceo, las hojas estrechas y puntiagudas, amén de brácteas que sostienen el
cáliz cilíndrico. Tiene pétalos dentados, muy olorosos en las especies
rústicas. Cada flor posee diez estambres y dos pistilos.
Aquellas veladas a oscuras
sentados en sillas de anea junto al balcón abierto de par en par, con la sola
compañía del silencio, invitaban a mirar al cielo, a los miles de estrellas −que
a veces destellaban− y a la luna siempre cambiante. La tranquilidad de la
calle provinciana se cortaba a veces por la marcha tambaleante de algún
borracho que cantaba desafinado o voceaba muy alto su triste discurso de quejas
incoherentes. A mi madre le encantaba enseñarnos las estrellas y señalarnos la
osa mayor, las fases de la luna y la estrella polar.
Tradicionalmente, se usaba
de varias maneras. El agua de clavel se obtenía por destilación de los claveles
reventones y se vendía en las farmacias, para ser utilizada como colirio para
curar males de la vista. Los usos antiguos eran múltiples: para combatir la
apoplejía, vértigos, epilepsia, palpitaciones del corazón, síncope,
pestilencias y enfermedades malignas; debilidad del estómago y para hacer sudar
y orinar en caso de fiebre.
Yo disfrutaba asomándome
al balcón y escrutando las casas situadas enfrente de nosotros; otros vecinos
aprovechaban también el suave fresco nocturno para suavizar el calor de las
viviendas. Eran tiempos de escasez rampante; aunque las cartillas del
racionamiento ya estaban en desuso, las familias vivíamos frugalmente con los
bienes estrictamente necesarios, sin permitirnos nada superfluo. No recuerdo
haber escuchado la radio en ninguna de las casas cercanas: nosotros la tuvimos
por primera vez cuando yo tenía trece años.
En Hispanoamérica se usa
el té de clavel, preparado al dos por ciento, para las anginas de pecho. Con el
aceite extraído por presión friccionan las zonas doloridas en ciática, dolores
musculares y reumáticos. También fabrican un jarabe de clavel para tonificar el
corazón y los nervios debilitados. Y cuando hay dolor de muelas se coloca en
ellas un algodón cos unas gotas del aceite.
Era fascinante conectar con emisoras
extranjeras que difundían programas en español.Por la noche escuchábamos Radio
Pirenaica con miedo, bajábamos mucho el botón del volumen, porque criticaba
abiertamente al régimen. Recuerdo haber recibido durante años un boletín, una
pequeña revista procedente de una radioemisora de Suiza, que me enviaban gratis
cada trimestre, en el que daban cuenta de aspectos de la vida del país y
anunciaban los programas que irían emitiendo dedicados al nuestro. Venía
ilustrado con fotografías −en blanco y negro−
que mostraban imágenes de los diversos cantones, como postales menudas que me
gustaba coleccionar. Habrían de transcurrir otros diez años más para que el
primer televisor entrara en casa de mis padres. Para entonces yo ya estaba
fuera, dedicada a labores docentes y mis padres hacía algún tiempo que se
habían mudado a la casa de Renueva, sin balcones a la calle, pero con una buena
galería interior, que acogió las macetas trasladadas.
El clavel silvestre
florece en primavera y verano; el cultivado en cualquier época. Prefiere
sustratos arenosos y fértiles, bien expuesto al sol en terrazas y jardines. Se
cultiva en muchos países. Se multiplica por semilla, esqueje y división de
mata. Las especies más conocidas son D. caryophyllus, D. sinensis, D. barbatus,
D. plumarius. Y entre los híbridos: Double mixed, Imperial, Persian carpet,
Baby doll, Double heddewing…
Durante mi infancia la
vida transcurría con una lentitud generalizada, desconocida ahora: el reloj
musical colgado en la pared del comedor marcaba el tiempo sin el apremio de
apurar cada instante, la velocidad era patrimonio de los escasos autos que
atravesaban la calle muy de cuando en cuando.
Éramos una buena gavilla
de niños, nos juntábamos en pandillas y jugábamos en la calle cada día a juegos
que iban variando por temporadas. El trompo, los “platis”, el tacón con las
“pelis” y el gua eran exclusivamente masculinos; nosotras jugábamos a la comba,
a la goma, al corro, a los cromos de
palmar y al lunes, dibujando en el suelo con tiza o un trozo de yeso un
“tablero” con figuras geométricas cuadradas o rectangulares, numeradas, para
luego recorrerlo a la pata coja empujando una piedra plana o una caja de betún
agotada y rellena de arena. A la pica, al escondite y a “tres navíos en el mar”
jugábamos chicos y chicas juntos.
Disponía nuestra casa de
un corredor con dos zonas: una exterior descubierta, bordeada por antiquísimos
barrotes de madera grisácea con el suelo de tablas y otra interior, con el
suelo de baldosas de color granate y el techo de vigas muy gruesas de madera color marrón oscuro. En ellas clavaron mis padres unos ganchos
potentes e instalaron un columpio con cuerdas y asiento de tabla: incontables
las horas que yo le dediqué, me encantaba. En el techo, además, había un hueco
rectangular tapado por un tablero deslizable que daba acceso al desván, que
entre otros tesoros guardaba un triciclo verdoso, objeto de mi deseo. Yo le
pedía a mi hermano −cinco años mayor− que se subiera por la vieja escala de apoyar
en la pared y me lo alcanzara, pero nunca lo conseguí… Él jugaba en el suelo al
tacón con “pelis”, al trompo y al gua.
Toda la chiquillería pasaba por el taller del zapatero para proveerse de tacones
y cajas de betún, pero dada la demanda conseguirlo era una especie de lotería.
Las flores son siempre la parte que se
utiliza, pues tienen un componente llamado saponina.
Propiedades: útil como colirio, calmante,
febrífugo, reconstituyente y sudorífico.
Uso interno y externo, según casos.
Recetario:
Infusión: 40 g de flores por litro de agua.
Hervir y colar. Se aplica como colirio y para lavar los ojos.
Aceite de clavel: para friccionar las zonas
doloridas en ciática y dolores musculares.
Decocción: 30- 50 g de flores en 1 l de agua
hirviendo. Filtrar, edulcorar y tomar 3 tazas al día para epilepsia y vértigos.
Mª Evelia San Juan Aguado