Pequeñeces por Mª Ignacia Caso de los Cobos Galán
CRÓNICA
DE UN CAMPAMENTO
En
la mochila llevaba algo más que una muda limpia.
Durante
varios días había apuntado todo lo que era indispensable y no podía faltar:
calcetines, pantalones, botas de montaña, saco de dormir, pijama, más de una
muda, anorak y chubasquero, porque por el día tendríamos calor, pero la noche
enfriaba, dos jerseys, camisetas…
También
metería la cantimplora, latas variadas, queso, frutos secos, y otros alimentos,
pues estaríamos una semana en un campamento de montaña. Tampoco podía faltar
una tienda de campaña.
Al
ver tanta lista tuve que habilitar un petate, para poder llevarlo todo.
El
Campamento estaba situado en el Parque Nacional de Aigüestortes, debajo de Los
Encantados, (Els Encantats), en las proximidades del Lago San Mauricio.
Nos
enteramos de que en aquella época del año, agosto, en la zona había muchas
tormentas, como así sucedió. Las tormentas retumbaban contra Els Encantats,
produciendo fuerte ruido. Para aislar las tiendas decidimos poner una patata en
cada hierro que sobresalía.
Hacia
el atardecer todos los días la “música celestial” nos acompañaba con su
repiqueteo y una fuerte lluvia. Por esta razón no se podía hacer “fuego de
campamento”, que es tan divertido, contando chistes y entonando canciones.
Unos
cuantos nos reuníamos en una tienda más grande para entrar en calor y comentar
todo lo sucedido durante el día, y al volver a nuestras respectivas tiendas,
donde no se podía aguantar el frío, nos embutíamos en dos pares de pantalones,
jersey, anorak, calcetines, (los que no estuvieran mojados) y al saco a dormir.
Las
asturianas, que no subíamos a la montaña, formamos un grupo con dos vascas,
cuatro catalanes, y nosotras, otras cuatro, que todos los días salíamos a dar
un paseo, generalmente dando una vuelta por los alrededores del Lago San Mauricio, guareciéndonos debajo
de rocas cuando caía un aguacero.
A
pesar de las inclemencias del tiempo, éste no pudo con nosotros, que hicimos
muchas amistades y lo pasamos muy bien, pero es que, cuando preparamos la mochila,
habíamos metido una gran bolsa de ilusiones.
María Ignacia Caso de los Cobos Galán