Pequeñeces por Luis Parreño Gutiérrez
LIBERTAD
En la mochila llevaba algo más que una muda limpia. Había puesto
dentro varios utensilios de trabajo: un martillo, un destornillador, clavos,
unos alicates y un metro de carpintero, de esos plegables, divididos en
decímetros, de color amarillo.
Esperaba poder terminar su obra antes de que las luces del
atardecer le dificultaran la visión y con paso decidido se dirigió por el
camino que llevaba al centro del pueblo.
La estatua de piedra representaba una alegoría de la libertad. Era
hermosa en su factura y aunque las inclemencias del tiempo la habían
deteriorado, seguía teniendo un porte altivo, señorial.
Junto con las demás, comenzó a reunir tablas, listones, tacos y
escaleras y todas se pusieron manos a la obra. Al atardecer la estatua ya
estaba protegida por una jaula de maderas clavadas con más o menos
profesionalidad y un número importante de vecinos se había congregado en su
entorno.
El silencio se podía cortar con un cuchillo cuando llegó la
policía municipal y preguntó quién había colocado aquello en torno a la
estatua. Por toda respuesta se oyó una voz de entre las gentes que dijo:
La estamos protegiendo, pues es mujer y está indefensa ante las
leyes de los hombres.