Navidad por Mª del Carmen Salgado Romera-Mara-


Anni 


El tren hacia Fierros arranca, alejándose de Uría. A las nueve treinta y tres, bajo la lluvia perenne, Oviedo casi dormita. El vestíbulo, desierto. Vacía la cafetería. Nadie compra en las tiendas ni tampoco lotería. No hay gente en el quiosco ni colas en la taquilla.

En la cabina del tren, Anni feliz conducía. De vez en cuando las casas, y también alguna villa, rompen el oscuro diciembre iluminando la vía. Sus guirnaldas titilaban, el viento las retorcía. Los pasajeros salientes, muñecos de la intemperie, peleaban bajo paraguas mientras la lluvia caía.

El tren llegando a La Frecha. Un golpe, la paz turba de los motores que giran. ¿Qué es lo que ha hecho ese ruido? Alarmada echa el freno. Y comprueba, con alivio, que en el tren ya nadie había. Abre las puertas y sale... e iluminando hacia arriba ve el pantógrafo enganchado. ¡Pues vaya suerte la mía!

La noche aullaba en los montes. Se refugia en la cabina de la muerta luciérnaga que, inmóvil sobre la vía, al correr de los minutos queda cada vez más fría. La brigada de socorro a hacerse cargo venía, pero el tiempo pasa lento. De compañero lleva un libro. Por lo tanto, Anni leía.

La lluvia da tregua a Oviedo. Uría bulle de vida. La gente por los andenes. Las colas en la taquilla. Lotería, el quiosco, las tiendas, cafetería… Anni hacia Fierros de nuevo mientras sigue, cada día, guiando con mano cierta los trenes de cercanías.