Navidad por Mª Evelia San Juan Aguado


TARDE DE COMPRAS


PREPARANDO EL TERRENO

(Protagonistas: un matrimonio de mediana edad, largos años de vida en común).
−¿Qué quieres hacer esta tarde? ¿Has mirado cómo tienes la nevera?
−No seas pesado. Creo que tenemos lo necesario para el fin de semana. Claro, que si ya estás pensando en las Navidades tampoco me parece descabellado ir acopiando algunas cosas de las que se pueden guardar en el congelador. Vamos a tener más comensales que el año pasado, hay que asegurarse. No hablemos de dulces, que luego siempre se consumen antes de tiempo. Este año no estoy dispuesta a engordar ni un gramo. No te lo he dicho, pero ayer llamé por teléfono al 916 230 500 para asistir como público al programa en Madrid y tengo la corazonada de que me van a llamar, por lo que me dijo el joven con el que hablé. Prepárate, que vamos al Hipercor.
−¿Quién te mandó llamar a ese sitio sin consultarlo? ¿Piensas ir tú sola a la capital para el evento? Conmigo no cuentes. A ver cómo te las arreglas, -si por casualidad te llamasen-. Y nada de ir a Hipercor, es muy caro. Iremos a Mercadona, que encima lo tenemos más cerca.
−Lo que tú digas. Hay mucha mayor variedad de productos en Hipercor y te repito que lo que vamos a comprar hoy no es el suministro semanal, sino los extras navideños. Además, si no nos entretenemos más de la cuenta, podré dar una vuelta por la planta de arriba; quiero mirar algo para ese probable viaje. Casi no tengo nada que ponerme.
−¡Lo que me faltaba! Vamos a dejar la hucha temblando con los manjares y encima quieres comprarte trapitos… ¡ni de coña!
−Solamente quiero mirar. Viene el “Black Friday” y suelen poner buenos descuentos. Estoy dispuesta a romper la hucha que tenemos para emergencias. Si encuentro algún chollo podré usarlo también en estas fiestas.
−Pero si no vamos a ninguna celebración hace muchos años…
−Mira, ahora que lo dices, igual es tiempo de cambiar un poco las rutinas que nos están comiendo…
−No seas ilusa. Estamos bien como estamos. Ni tengo ganas de bailes ni de excursiones. Y vamos, que ya estoy en la puerta esperándote.
−Ya voy, déjame coger el móvil.



DURANTE EL CAMINO

−Anda, hombre, hazme caso por una vez y vamos a Hipercor.
−Pero qué pesada eres…vamos, vamos a Hipercor, a pagar todo mucho más caro. ¿Qué pasaría si no me dan la extra de diciembre?
−Buscaremos las ofertas. Solamente para lo que vamos a necesitar en las Navidades. Lo de diario lo cogeremos en el otro lado, como siempre.
−Pues eso, que no sabemos lo que podremos necesitar más adelante…
−¿En qué vas pensando? Mira el semáforo, se pone rojo, no te da tiempo a pasar…
−Tengo tiempo de sobra.
−Has pasado en rojo. Te habrán sacado la foto y ya verás cómo nos hacen pagar una multa estúpida. Y ése sí que es dinero tirado.
−No creo que me hayan cazado.
−Dentro de unos días te lo diré. Como llegue la multa me vas a oír… Tira, que ya avanzan los de adelante y llegamos al aparcamiento.
−Siempre me ha dado grima entrar aquí. Al bajar das vueltas como una peonza y está lleno, como si regalaran las cosas.
−Será que tienes claustrofobia…
−Más bien “Hipercorfobia”.
−Pues eso se curaría viniendo aquí más a menudo.
−Lo que me faltaba por oír. No sé por qué te he hecho caso…
−Vale, anda, vamos al ascensor.


EN EL HIPERMERCADO

−¿Por dónde quieres empezar?
−Usa la lógica, mujer. Primero la carne y luego el pescado.
−Amén. Buscaremos unas piezas de cordero, ¿no? Mejor que el lechazo, que merma mucho y tiene menos sabor.
−Pierna o paletilla. Y luego las chuletas. No escatimes.
−¿Qué te parecen estas tres bandejas?
−Supongo que valen. Pero cuenta las chuletas, que no quedemos escasos.
−Así a la vista me parecen bastantes. Es imposible contarlas todas, las de abajo no se ven. No pienso ponerlas solas, llevarán un buen acompañamiento de pimientos asados por mí, que tengo
guardados en el congelador, más la escarola que pienso comprar el día de Nochebuena.
−Esperemos que sí. Entonces, tira hacia la pescadería.
−¡Uf! ¡Menuda cola! Mira qué número he sacado: 98. Y están despachando al 84…
−Tú quédate ahí, no vayas a perder la vez. Yo voy a dar una vuelta por ahí. Quiero mirar los precios de las botellas.
−Eso. A mí no quieres dejarme comprar ni un trapito, pero luego cogerás el whisky más caro.
−No refunfuñes. Estamos aquí por ti.
−Pues si tú te encaprichas con las botellas yo tengo bula para comprarme el trapito.
−Ya veremos. Mira bien, que te den una buena merluza, cuanto más grande, mejor, que te la escamen bien y que no le quiten la cabeza.
−Vale, vale, como siempre…


¡A PAGAR!

−Vamos a la caja, estoy deseando volver a casa.
−Empuja tú el carro, no corre nada bien, ejercita la fuerza.
−Es verdad. Es antediluviano, ¿no ves cómo se le atascan las ruedas delanteras? Tanta propaganda, tanto anuncio y luego miseria y avaricia.
−¿Qué pasará en aquella caja del fondo? La gente se ha arremolinado allí… ¿Lo estarán regalando? Voy a echar un vistazo.
−Eso, para estar una hora más en espera… Tu cabeza, para la peluquería…
−¡No puede ser! ¡El pelirrojo pecoso con gafas de concha está ahí, cobrando las compras y firmando autógrafos en los tickets! Con razón hay tanto barullo en esa caja.
−Yo me quedo en ésta, pago y no sé si te voy a esperar…
−¡Tengo que hablar con él, ahora sí que voy a estar entre el público en “El Hormiguero”!