Retratos por Mar Cueto Aller (2)
RECUERDOS DE MI MADRE
Capitulo II
REFUGIADOS EN BARCELONA
Cuando mi
madre y parte de sus familiares partieron en barco con destino a Francia,
apenas zarparon, surgieron terribles complicaciones. Les comunicaron que en la
ruta que debían seguir estaban bombardeando y no les quedaba más remedio que
cambiar de rumbo. Rodearon toda la península y terminaron llegando a Barcelona.
Allí tampoco disfrutaban de una paz reinante, pero después de recorrer parte de
la ciudad y de tenerles en ascuas temiendo por su futuro inmediato, les
comunicaron que había varias familias que estaban dispuestas a acoger a los refugiados que les asignasen.
A mi madre
junto con la suya y sus dos hermanos les
alojaron en casa de un abogado. Tuvieron mucha suerte, pues de esa manera no
tuvieron que separarse como les sucedió a otros refugiados cuando les tocaba
convivir con una familia que tuviese una vivienda más reducida. Además eran muy
buenas personas que trataron de ayudarles a llevar una vida lo más normal
posible. Mi abuela, que tenía mucha
dignidad y no quería ser una carga para nadie se ofreció a confeccionarles:
sabanas, cortinas, vestidos, trajes o lo que necesitasen. Por supuesto, la
dijeron que no era necesario, pero ella insistió y la proporcionaron material
para que ella, de esa manera, estuviese entretenida y se sintiese útil y
tranquila.
La familia
que acogió a mi madre se encargó de buscarles colegio a mis tíos y a ella. Después
de que se enteraron de que había aprobado un examen para conseguir una beca y
que no la había podido cursar por las terribles circunstancias en que se había
visto envuelta. La preguntaron que era lo que más la gustaría aprender y pese a
que la beca era para estudiar la carrera de comercio comprendieron que lo que
más la gustaba era el dibujo. Pues les habló de su hermano mayor, el que había
tenido que quedarse a luchar con su padre pese a ser un adolescente, y de lo
bien que dibujaba y pintaba. Les contó que era el encargado de pintar las
carteleras en su pueblo y que siempre se inventaba los dibujos que le
inspiraban los títulos de las películas. Si era de vaqueros, él dibujaba un
duelo. Si parecía una historia romántica, pintaba una pareja. Si era de risa, él solía dibujar algo
gracioso. A todos dejaba encandilados con sus bocetos de tizas de colores sobre
una pizarra grande. Les parecía sorprendente que pudiese hacer algo tan bonito
con tan sencillo material y que no le importase que el resultado fuese tan
efímero. Pues a la semana siguiente lo borraba para dibujar la nueva cartelera.
Cuando vieron la admiración que sentía hacia su hermano la preguntaron que si
ella sería capaz de hacer algo parecido y la dieron: lápices, goma y papel para que lo demostrase. Mi madre
les hizo un dibujo que les gustó y la matricularon en la escuela de Bellas
Artes de Barcelona.
Todavía
conservo los dibujos que realizó mi madre en la escuela de Bellas Artes. Son
muy curiosos, pues en lugar de utilizar como modelos esculturas clásicas
griegas tales como la Venus de Nilo, o el Discóbolo de Mirón como me mandaban a
mí cuando estudié Bellas Artes en Oviedo. La ponían modelos naturales que
parecían abuelas pese a tener las facciones juveniles, pues todas llevaban un
moño redondo tipo rosquilla y largas faldas de tubo. De aquella época solo recuerdo que me contase
la anécdota de que una profesora la acusó de calcar un dibujo que la había
salido muy bien. Y cuando la pidieron
que dibujase un retrato, de alguien conocido, de que no lo hubiese dibujado
ella.
-¿De donde
has calcado este dibujo?-dijo la profesora.
-¡De ningún
sitio!-Dijo mi madre-¿No ve que es más grande que el de la lámina que usted me
dio?
-¿A ver?
Enseguida voy a saber yo si lo has calcado o no. Mirando al trasluz se verá si
tiene marcas.
-¡No hace
falta! Si fuese calcado sería del mismo tamaño y el mío es un poco más grande.
Como la hoja de bloc no como la lámina.
-Está bien.
Puede que tengas razón. Acordaos de que
las láminas las tenéis que dejar en clase y a casa solo podéis llevar el bloc.
Cuando le
mandaron que hiciese un retrato al natural del busto de una persona, nadie en
la familia quería posar para ella. No porque temiesen que les fuese a retratar
mal, sino porque eran todos muy inquietos y no querían estar parados sin
moverse ni un solo minuto.
-¡Venga Kiko,
quédate quieto un momento para que te dibuje!
-¡Si oh!
Voy a quedarme yo quieto como un bobo para que tu me dibujes. ¡Eso estaba
pensando yo…!-replicaba burlón su hermano.
-Ponte
quieto tú, Arturo, Ya verás que bien te voy a dibujar…
-¡Como no se
ponga quieto nadie más que yo…. vas fresca!
Eso díselo a tus amiguitas, que tais más acostumbradas a quedaros
quietas y jugar a las figuritas…
Mi madre
comprendió que tenían razón, y se lo dijo a una niña compañera suya que aceptó
encantada. No era muy agraciada, pero el parecido debía ser muy notorio, pues
la profesora puso en duda que lo hubiese dibujado ella.
-¿Quién ha
hecho este retrato?- dijo enfadada la profesora.
-Yo…, como
dijo que retratásemos a algún conocido.-contestó mi madre.
-Pero dije algún familiar, no a una
compañera. ¿Quién lo ha hecho?
-Yo, porque mis familiares no querían
estarse quietos y ella si.
-No me lo puedo creer. ¿Seguro que lo
hiciste tú?
-¡Si señorita! Lo hizo ella-Dijo la niña
retratada-Es que Maria de los Ángeles Aller dibuja muy bien.
Mi madre me contó que en una ocasión les
hicieron una función de muñecos de guiñol para entretener a todos los
refugiados que habían llegado en la misma expedición que ella. La obra era
narrada en catalán, pero como los muñecos y sus movimientos eran muy
expresivos, a los niños les gustó y lo aplaudían participando activamente de
las emociones que les despertaban. No sucedía así con algunas de las señoras
mayores que no paraban de quejarse de
que no entendían nada y se desesperaban por su mala actitud en lugar de disfrutar como hacían los niños.
-¡Qué no se entiende nada!-gritaba una
señora mayor muy enfadada.
-¡Qué hablen en cristiano de una
vez!-gritaba otra.
-¡Toma mentecato!-gritó otra a la vez que
tiraba un boniato a la cabeza de uno de los actores que movían los títeres-Para
que hables en cristiano.
Como es de suponer, aunque el público se mondaba de risa, los
artistas se enfadaron y no volvieron a ofrecerles espectáculos al grupo de refugiados
presente. Fue una pena, porque a los niños que tenían una mente más abierta y
mejor predisposición les había gustado y les hubiese agradado presenciar más
representaciones.
Aunque ya parecía que la paz se había instalado en la vida de mi madre y de sus acompañantes y que ya solo faltaba que les llegasen noticias de que la guerra había sido una falsa alarma y ya podían regresar a su casa. Resultó que las circunstancias empezaron a ponerse peligrosas. Surgieron bombardeos que segaban la vida de muchas personas inocentes. Cuando menos se lo esperaban tenían que ir a refugiarse en los sótanos de la ciudad y el espectáculo que tuvo que presenciar parecía dantesco. Mientras me lo contaba casi no quería ni acordarse, pero no podía evitarlo, porque los documentales de la época le traían a la mente las terribles experiencias por las que había tenido que pasar. La angustia de tener que caminar entre cadáveres era algo que resultaba imposible de olvidar. Para sobrevivir les habían guiado en masa por los pasadizos soterrados que unían un monasterio de monjas con otro de monjes que se encontraba a corta distancia. Mi madre era muy inocente y no comprendía las insinuaciones de algunas de las mujeres que a pesar del peligro se entretenían elucubrando chismes. Pero, con el tiempo, llegó a comprender lo que pretendían insinuar.
Aunque ya parecía que la paz se había instalado en la vida de mi madre y de sus acompañantes y que ya solo faltaba que les llegasen noticias de que la guerra había sido una falsa alarma y ya podían regresar a su casa. Resultó que las circunstancias empezaron a ponerse peligrosas. Surgieron bombardeos que segaban la vida de muchas personas inocentes. Cuando menos se lo esperaban tenían que ir a refugiarse en los sótanos de la ciudad y el espectáculo que tuvo que presenciar parecía dantesco. Mientras me lo contaba casi no quería ni acordarse, pero no podía evitarlo, porque los documentales de la época le traían a la mente las terribles experiencias por las que había tenido que pasar. La angustia de tener que caminar entre cadáveres era algo que resultaba imposible de olvidar. Para sobrevivir les habían guiado en masa por los pasadizos soterrados que unían un monasterio de monjas con otro de monjes que se encontraba a corta distancia. Mi madre era muy inocente y no comprendía las insinuaciones de algunas de las mujeres que a pesar del peligro se entretenían elucubrando chismes. Pero, con el tiempo, llegó a comprender lo que pretendían insinuar.
-¡Vaya con las monjas y los monjes! Menudos
pasadizos que excavaron entre los dos edificios.-Decía una mujer intrigante.
-¡Mujer, no sabemos con que fin los
mandaron hacer!- decía otra de las mujeres más benévolas.
-Lo importante es que ahora son un refugio
que nos puede salvar la vida a todos-Dijo mi abuela.
Cuando empezó a ser un verdadero peligro
tratar de salir a la calle y de hacer vida normal les propusieron viajar a
Francia tal como era el propósito de la expedición cuando habían partido de su
hogar. El matrimonio y su hija con
quienes llevaban conviviendo un año también se iban a exiliar al país vecino.
En principio iban a marcharse juntos, pero se dieron cuenta de que si lo hacían
así corrían más peligro y les aconsejaron a mis familiares que se fuesen
en la expedición con los demás refugiados de Asturias y del País Vasco. Fue una
suerte que no les acompañasen pues mientras iban de camino hacía Francia, se enteraron por las noticias de que a la
familia que tan bien les había tratado y a la que les unía un sincero cariño,
habían fallecido por una bomba que les habían colocado en el coche y que había
estallado al ponerlo en marcha.
Mar Cueto Aller