El caos por Pilar Torres Serrano
EL CAOS
Texto: Pilar Torres Serrano- Amigos Escritores y Lectores
Ascensión
todavía se preguntaba cómo lo podía amar. Llevaban juntos desde la
adolescencia. Ambos eran personas sumamente complejas. Los rasgos de él eran la
arrogancia, la prepotencia y una autoestima destructiva que intercalaba con una
buena autoestima y, cuando se relajaba y su mente necesitaba menos estímulos,
aparecía “otro yo”. Entonces resultaba una persona encantadora, cariñosa, sin
doblez, inteligente, dicharachera, llena de bondad y siempre fiel. Ella se
comportaba como una persona bondadosa, inteligente, noble y, cuando se enfadaba,
mostraba su mala leche, pero no tenía maldad.
A
Ascensión le descolocaba convivir con una persona que tenía, por así decirlo, dos
caras: una maligna y egocéntrica y otra llena de bondad y ternura. Tan pronto
pasaba los límites del respeto con ella y la gritaba diciéndole de forma
humillante que no estaba bien de la cabeza -cuando Ascensión estaba estable y
equilibrada emocionalmente-, como, al momento, decía que, si le pasaba algo a
ella, él se moría.
Juan,
además de ser egocéntrico y solo tomar en consideración su propio punto de
vista, era también un ser neurótico hasta los más insospechados extremos y se
planteaba la vida como un reto de tener que ganar siempre con un perfeccionismo
exagerado y una gran competitividad, que también le acarreaban problemas de
relaciones sociales al margen de la relación de la pareja.
A
veces se ponía tan neurótico que terminaba llorando. Pensaba, por ejemplo, que
Asunción le iba a pedir el divorcio, o que iba a morir y que tras la muerte no
había nada más y eso no lo aceptaba. Juan no deliraba, pero distorsionaba la
realidad.
Con
carácter egocéntrico aparentaba seguridad desorbitada, pero en el fondo
escondía una fragilidad enorme y eso su mujer lo sabía. Además, tenía
sentimientos de omnipotencia, excesiva ambición, sobre todo con el dinero, y
poca empatía.
Juan
se estaba construyendo una casa preciosa con el esfuerzo de la familia y ya
estaba pensando en comprarse otra. No le bastaba con tener una. No solía
entender las necesidades de su mujer hasta que no la veía sufrir en su
petición. Y, lo más grave de todo ello, es que Juan en la mayoría de los casos
no era consciente de su comportamiento, al tener en cuenta solo su punto de
vista y no comprender el punto de vista de los demás. Necesitaba a su lado a
una persona completamente distinta que fuera empática, asertiva y que no le
castigara, pues no tiene culpa y no atiende a castigos, y que también tratara
de comprender sus neuras, celos y envidias. Ascensión empieza a pensar si ella
puede con todo eso.
Ascensión
también tiene una discapacidad por un problema de salud mental, pero está
estable compensada y equilibrada emocionalmente, desde hace muchos años, y
ahora se empieza a dar cuenta que su marido no la sabe cuidar porque ella está bien,
pero él está bastante mal y no asume su problema y ella llega en ocasiones
también a perder los nervios cuando no puede más, aunque enseguida se vuelve a
tranquilizar gracias a la medicación que toma y la psicoterapia que tiene
prescrita.
Ella
recientemente se ha percatado que su marido es un controlador que está
obsesionado con ella porque Ascensión es poliamorosa y él lo sabe, y él le lee
al acostarse los mensajes de wasap y ha tenido que cambiar el patrón del móvil.
Además, unos días atrás, cuando su marido se suponía que iba al pueblo a
trabajar en la casa rural, le vio pasar a toda velocidad por la puerta de la
biblioteca y ella, con su problema de salud mental, dudo de si era él, pero sí
que era: la estaba controlando.
¿Acaso
es dependencia lo que tiene ella hacia él? En absoluto, ella nunca busco un
hombre a su lado controlador y destructivo, buscó un hombre que le amara, que
le comprendiera, que le respetara y ahora esto se está tambaleando. Ahora,
cuando le puede amar, le ama sin condiciones, y, cuando no puede hacerlo,
siente un afecto neutro sin odio y con tristeza.