Enrique Tejón Fernández

ENTREVISTA:

¿Su nombre?
ENRIQUE TEJÓN FERNÁNDEZ
¿Cuándo y cómo nació su afición por la literatura?
Mi afición por la literatura empezó de muy pequeño, tras haber leído "El maravilloso viaje de Nils Holgerson", sin embargo, la escritura no la practiqué hasta hace tres o cuatro años, cuando asistí por primera vez a un taller de Fernando Menéndez en la biblioteca de Ciudad Naranco.
¿Le gustaría llegar a ser escritor profesional?
Sí, pero no creo estar capacitado para ello
Describa el ambiente que le suele rodear cuando se pone a escribir.
Cuando escribo sólo pido estar solo y con música.
A la hora de escribir ¿Le atrae más el ensayo, la novela, el relato o la poesía?
Lo que más me atrae escribir es relato.
¿Y qué prefiere leer?
Relato y novela.
¿Cree que las palabras, habladas o escritas, influyen sobre el estado de ánimo de las personas?
Sí.
¿Hay alguna obra que le haya afectado hasta el punto de cambiar su forma de ver la vida? Ha habido lecturas que me han cambiado mi manera de ver la vida.
¿Piensa que la literatura puede modelar a la sociedad?
Pienso que la literatura no podrá por sí sola moldear la sociedad; ésta tendrá que poner algo de su parte.
Ud. ha participado en un proyecto literario dando continuidad a un relato inconcluso de E. A. Poe. ¿Le resultó difícil escribir un cuento partiendo de unos condicionantes de estilo, género, época, escenario, atmósfera… contando, además, con un protagonista ya caracterizado?
No me ha resultado difícil seguir el relato de Poe, ha sido divertido.
¿Cómo valora la experiencia de ser un Amigo Escritor?
Tengo que decir que es positiva a todas luces; de no ser así, no tendría lógica que enviara ningún relato.
Por favor, regálenos como despedida una reflexión, un poema o un microrrelato. Si son suyos, mejor.

EL MILENIOClavando un palo en el barro casi seco dijo:
“Aquí, dentro de mil años, en esta fecha y en esta hora estaré esperando”.
El lugar no era más que una nava pantanosa bordeada por un río que separaba la llanura de las montañas, a poca distancia de donde se encontraba el hombre.
El paso de los años tejió una leyenda sobre aquella frase.
En la fecha y horas señaladas, mil años después, en el bar Roseco, construido en el mismo lugar donde se pronunciara la cita, se había congregado tanta gente que los clientes impedían al barman moverse si quiera por detrás del mostrador, donde muchos se habían subido, y una verdadera multitud atestaba las calles adyacentes. Se miraban unos a otros tratando de saber si quien estaba a su lado era “el Hombre de Mil Años”, como se había dado en llamarle.
Sin rubor alguno se hacían la pregunta:
- ¿Es usted “el Hombre de Mil Años”?
- No, ¿y usted?
Sin embargo, “el Hombre de Mil Años” no estaba allí porque no había reconocido el lugar, lleno de casas que la tenacidad del hombre había levantado donde antes no crecían más que juncos, y que no le permitieron ver si quiera el río. Perdido, vagó por las calles vacías hasta que se salió de la ciudad, sin dejar de caminar hasta que estornudó y los huesos se le descoyuntaron.
Después de esperar infructuosamente durante horas, quienes se agolpaban en el bar empezaron a marcharse. Solo quedó un hombre con las manos cruzadas sobre la mesa en una esquina.
- ¿Qué va a tomar?- preguntó el camarero.
El hombre encogió los hombros y respondió:
- Después de esperar mil años, ¡qué menos que tomar una cerveza!
- ¿Creía de veras que vendría?
-Sí, y esperaba hablar con él.
-Los demás también lo esperaban.
-¡Bah!, lo suyo no era más que mera curiosidad; no sabrían qué decirle...
-¿Qué va a hacer ahora? - preguntó el camarero.
Con un suspiro el hombre contestó:
-Volveré dentro de mil años, a la misma hora y en la misma fecha; espero que merezca la pena.
-No lo creo – sentenció el camarero.
-¿Por qué?
-Ese día no abrimos.


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