Mara


Biografía

Mara (Mª del Carmen Salgado Romera)


imageVivo y trabajo en Oviedo, ciudad maravillosa que os invito a conocer.
Me gusta estar con mi familia y mis amigos, hablar con las personas, escribir, leer (hasta incluso las manos y las etiquetas de los envases), las artes marciales, las flores, viajar, decorar interiores...
Me gusta imaginar un mundo mejor, en el que no haya guerras y el reparto de riqueza sea equitativo. En el que todos tengan acceso a la cultura y al ocio. En el que no exista la ira, la envidia, la avaricia, el deseo de poder...
He decidido creer que hay más de una vida, porque en esta no me está dando tiempo a hacer todo lo que quisiera. No me gusta la soledad.
Un cariñoso saludo.
Entrevista:
¿Su nombre?

Mª del Carmen Salgado Romera.
Carmen, por parte de abuela: nombre propio, común en mi generación; en mi clase había seis Cármenes; en la pandilla era “Carmen la sexta” y en la calle, a la voz de ¡Carmen! se giraban, a la vez, varias cabezas.
Una lejana mañana, cuando llevaba al instituto un trabajo encuadernado con cartulina negra sobre la que había pegado las letras de mi nombre recortadas de una cartulina blanca, se desprendió la “I” de “María”. Así surgió el que, a partir de ese momento, sentí como mi auténtico nombre: Mara.

¿Cuándo y cómo nació su afición por la literatura?

Fui lectora precoz, gracias a mi madre. Con tres años y pico- por cierto, “pico” tenía mucho, que no paraba de hablar-, me enamoré de las letras, de su sinuosa grafía, de sus sonidos, de sus asociaciones y de los significados de las palabras... Empecé a descubrir que cada una era la llave de algo: de un objeto, una sensación, una emoción, un concepto y, recíprocamente, el poder designar con palabras mis pensamientos, emociones, sensaciones y los objetos que me rodeaban me daba, de alguna manera, control y poder sobre ellos.
Me “socializaban” al poderme comunicar mejor con los demás y me ayudaban en ese viaje de exploración interior que todos realizamos continuamente y que comencé a plasmar por escrito hacia los seis años, asistida por el enorme -para mi tamaño- diccionario azul que me regaló mi padre.
Los libros son las puertas que abren la entrada de los universos ocultos entre sus tapas y son, desde aquella lejana infancia, mis compañeros fieles y silenciosos.
Los papeles en blanco son la energía pura que el escritor va modelando hasta darle forma de universo y son, desde aquella lejana infancia, mis compañeros fieles y esclavos. Gracias a su capacidad para soportar mis febriles emociones, apoyarme en mis periodos tristes, ayudarme a objetivar mis miedos y a encauzar mi imaginación, mantuve la cordura. Nunca se han quejado de los rasguños que les he proferido, cicatrices en forma de letras, a veces cauterizadas por lágrimas de dolor. Fueron mi auxilio y, en pago, yo los quemé. Sí, una tarde de mis diecinueve años quemé todo lo que había escrito, relatos, poemas, diarios, reflexiones... Quería renacer. Como persona y como “escritora”.
Y eso ocurrió: empecé a escribir desde la cabeza y la emoción, en lugar de hacerlo sólo desde el corazón. Empecé a marcarme retos para intentar dominar los diferentes aspectos técnicos y aún no he salido de esa etapa, por eso considero a casi todas mis creaciones “ejercicios”, mejorables a medida que voy aprendiendo más y pienso que el escritor debe alejarse de su obra lo suficiente para cobrar perspectiva sobre ella y poderla valorar objetivamente y, si es necesario -para mí siempre lo es-, corregirla. Me gusta ese proceso de escribir reescribiendo, es como esculpir los textos hasta que consiguen su forma. En ese momento se desprenden del autor y cobran vida propia.


¿Le gustaría llegar a ser escritor profesional?

No quisiera tener que ganarme la vida escribiendo -iba a pasar mucha hambre-, ni siquiera deseo tener todo el tiempo del mundo para hacerlo: escribir es una pasión, un vicio que me cuesta controlar -aunque ahora escriba desde la cabeza o, quizás, precisamente por ello-. Me olvido de dónde estoy, no sé las horas que pasan y mi mente se ve arrastrada hasta el punto de que, a veces, me cuesta hacerla volver. Prefiero que la vida cotidiana marque el ritmo de mis horas y que mi trabajo -el mundo del transporte de mercancías me fascina- sea la fuente de mi sustento. Así, cuando puedo dedicarme a crear tengo la seguridad de que voy a disfrutar inmensamente de esos momentos y que a mi mente no le va a quedar más remedio que regresar sana y salva, porque así lo exigen mi entorno familiar y el profesional.

Describa el ambiente que le suele rodear cuando se pone a escribir.

Escribo en mi casa, normalmente cuando ya está todo silencioso y respiro la paz de la noche, pero puedo escribir también a cualquier hora y en cualquier lugar.

A la hora de escribir ¿Le atrae más el ensayo, la novela, el relato o la poesía?

El ensayo es un río ancho y profundo, de fluir contínuo y yo necesito la vivacidad de un arroyo: no es, de momento, lo mío.
La novela es un pantano o, quizás, un mar: me siento perdida en ellos, son muy grandes para mí.
La poesía es elixir de dioses que los poetas guardan, muy concentrado, en pequeños frascos; es demasiado fuerte para mí.
El microrrelato lo inventaron los relojeros. A mí me gusta desmontarlo y mirar sus piezas, pero me veo incapaz de armarlo.
El relato es un lago en el que se ha volcado un frasco de la esencia de la poesía. Me gusta bañarme en él. Es mi medio.

¿Y qué prefiere leer?

En los días laborales, relatos. Los fines de semana los dedico a la filosofía, libros de técnicas literarias, de consulta, de arte, algo de poesía y, ocasionalmente, novela.

¿Cree que las palabras, habladas o escritas, influyen sobre el estado de ánimo de las personas?


Sí, las pensadas, las dichas, las escritas, e incluso, las omitidas. Cada palabra, manifestada, o no, tiene una “carga energética” que influye en nuestro entorno. Por eso creo que debemos de cuidar, incluso, nuestros pensamientos.

¿Hay alguna obra que le haya afectado hasta el punto de cambiar su forma de ver la vida?

Hay libros que me han impactado hasta el punto de tener que dejar de leerlos durante el tiempo necesario para poder asimilar lo que, tan poderosamente, influyó en mis emociones o pensamientos y luego he avanzado con cautela sobre ellos. Normalmente esos libros pasan a ser mi “fondo de armario”; a ellos recurro, de cuando en cuando, porque siento alivio y amparo al refugiarme entre sus páginas, esas páginas que en su día me ayudaron a crecer. La mayoría son libros de filosofía o filosofía novelada, más que de pura literatura, pero también hay personajes de cuentos o de novelas que se han salido del marco de las hojas y han cobrado vida a mi lado, compañeros silenciosos gracias quienes he podido aprehender vivencias que por mi forma de ser, o por mi entorno, no hubiera podido conocer.

¿Piensa que la literatura puede modelar a la sociedad?

No lo pienso sólo yo, si no, no existiría la censura. ¿Cuántos libros se han “quemado” por temor a la influencia que pueden ejercer? ¿Cuántos autores han sido perseguidos? No hace falta mirar muy atrás en el tiempo. Y creo que la literatura, como cualquier otra forma de comunicación masiva, cumple dos papeles en la sociedad: uno reactivo, pues testimonia lo que ocurre y otro proactivo, como motor de cambio, especialmente ahora que estamos en la era de la globalización.

Ud. ha participado en un proyecto literario dando continuidad a un relato inconcluso de E. A. Poe. ¿Le resultó difícil escribir un cuento partiendo de unos condicionantes de estilo, género, época, escenario, atmósfera… contando, además, con un protagonista ya caracterizado?

He escrito, hasta ahora, tres cuentos. En el primero me ceñí al personaje creado por Poe y eso me condicionó mucho. En los dos siguientes las protagonistas son mujeres y la dificultad común a ambos fue justificar su presencia activa en el faro, pues todos los cuentos se desarrollan en el año 1796 -siguiendo el diario del farero del cuento original-. Sin embargo, en estos dos últimos cuentos me encontré ante retos diferentes: en el primero quería volcar una reflexión interna, una historia que la protagonista, en el fondo, se cuenta a sí misma y lo plasmé de un tirón. Para escribir el segundo, la labor de documentación y selección de la información fue laboriosa, aunque muy gratificante. Tuve problemas con la estructura que subyace a su forma aparente de diario y que resulta invisible y hubo momentos en los que pensaba que no iba a conseguir acabarlo. Estoy satisfecha del resultado porque es lo mejor que he podido hacer, pero ojalá dentro de un tiempo encuentre aspectos que mejorar, eso querrá decir que he aprendido más.

Amigos Escritores tiene previsto homenajear cada año a un escritor mediante la creación de cuentos o poemas inspirados en la obra de dicho autor. ¿A quién propondría para el año 2010?

Me dejo llevar y suscribiré lo que diga la mayoría.

¿Cómo valora la experiencia de ser un Amigo Escritor?

Tengo el placer de conocer a la mayoría y de tener contacto con ellos desde hace varios años a través de talleres o foros literarios, y la alegría de ver que se han ido incorporando a Amigos Escritores nuevos miembros, a quienes espero llegar a saludar personalmente algún día. Somos personas unidas por nuestra pasión literaria, que leemos nuestros textos, los comentamos, nos sugerimos mejoras, nos apoyamos y nos incentivamos a seguir escribiendo.
Teniendo en cuenta todo esto, mi valoración es muy positiva y desde aquí invito a cualquier persona que tenga las mismas inquietudes -independientemente de si cree que escribe mejor o peor-, a unirse a nuestro grupo.
No nos olvidamos de los lectores, por eso nos llamamos “Amigos Escritores y Lectores”: cualquier persona, animada por una intención positiva, puede hacer los comentarios que crea oportunos, a través de nuestro blog. Agradecemos cualquier aportación que nos ayude a mejorar.

¿A qué pregunta le hubiera gustado contestar que no haya surgido en esta entrevista?

¿Qué tipo de cuentos le gusta más escribir?

¿Y cuál sería su respuesta?

Los 4-D: los que parten de lo tangible, de las tres dimensiones, para llegar a mostrar un poco más allá de lo que percibimos en la vida cotidiana.

Por favor, regálenos como despedida una reflexión, un poema o un microrrelato. Si son suyos, mejor.

Es un poema que dediqué a mi hija mayor hace veinte años y que al leerlo aún me emociona, pues es una despedida que, por ley de vida, sentí que debía hacer. En aquel momento lo hice pensando en ella. Hoy día se lo dedico también a mi hija pequeña. Con él les dejo.

DESPEDIDA

Cuando yo me vaya,
mi pequeña,
te dejaré
de guía una brújula
y como meta,
una estrella.

Tu mapa
será la vida:
¡Esa caja de sorpresas!
Los compañeros:
El día, el viento, la noche
y la soledad que quieras.

A lo largo del camino
irás dejando tu huella.
No te vuelvas a borrarla,
otros irán junto a ella .
No quieras llevarla contigo,
pues ahora es de la tierra.
Vete libre junto al viento,
Porque tú tienes tu estrella.

Cuando dudes de camino
pregunta a tu corazón
sin prisas,
sin ambiciones,
sin mentiras,
sin protestas,
pues si eres fiel
a su línea
llegarás recta a tu meta.

Si te perdieses,
mi niña,
párate en seco
y escucha,
porque detrás del silencio
encontrarás la respuesta.

Cuando yo me vaya,
mi niña,
niña mía,
mi pequeña
te escribiré con la brisa
en las copas de los árboles,
te cantaré en los arroyos,
te abrazaré entre la niebla,
te acariciaré con el sol,
mientras tú pisas las piedras.

En tus sueños me hablarás
y te diré cosas nuevas.
Veré a tus niños creciendo
y en sus risas,
tu risa de pequeñuela.

Cuando yo me vaya,
mi niña,
despídeme de la tierra.

Sus Enlaces:

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El Faro 
La Farera 
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Homenaje a Machado 
Homenaje a Gaite 
Homenaje a Oscar Wilde 
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